Las nuevas tecnologías jugarán un papel determinante como elemento facilitador de la transformación hacia una economía circular.
Para obtener materias primas secundarias que puedan competir con los materiales vírgenes, serán necesarias tecnologías capaces de incrementar las actuales cifras de valorización material, facilitando la recuperación de nuevos materiales que actualmente forman parte de los flujos de rechazo.
Parece fácil, ¿verdad?, aunque es todo lo contrario. Los gestores de residuos hemos abusado de un cierto “victimismo” fundamentado en la existencia de una serie de barreras, casi insalvables, que nos han desterrado fuera de los límites de la Industria 4.0. Trabajamos con materiales que el resto de los seres humanos desechan y, por tanto, carecen de valor. Además, nuestras materias primas, los residuos, son altamente heterogéneas, de composición desconocida y variable en el tiempo. No podemos disponer de una toma de datos eficiente, más allá de caracterizaciones puntuales y manuales, poco representativas del flujo real de residuos. Esto nos ha conducido a una cierta autocomplacencia, a la vez que actuaba como elemento disuasorio a la aplicación de tecnologías avanzadas y, ya se sabe, sin presión no hay progreso.
Si bien los anteriores argumentos eran parcialmente ciertos y han actuado como auténticas barreras a la recuperación de materiales durante los últimos años, no deberían continuar siendo un obstáculo para que nuestra actividad pueda ser gestionada acorde a los principios rectores de la Industria 4.0. De hecho, incorporar esos principios deberá ser el trampolín necesario para salvar todas las anteriores barreras y transformar nuestras plantas de tratamiento en precursores y garantes de una economía efectivamente circular.
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